morder tus pirámides de arena
mamar de tu desierto erótico
ser palmera de tu sol enrollado
hincado en tu talle de hierro
morder tus pirámides de arena
mamar de tu desierto erótico
ser palmera de tu sol enrollado
hincado en tu talle de hierro
deja que las horas pasen sin sentirlas
vuelve a remarcar tus lastimosos pasos
sin entregarte a los plazos forzosos
todos los días son arena
todos ellos son de muerte
podríamos haber deambulado en atentados
sobrevivido a guerras enteras
y en esos momentos de peligro inminente
hubiéramos resistido riendo entre escombros
todos ellos son de muerte
no te concentres en el tiempo
en putíferos granos de campos refugiados
en arrogantes segundos náufragos
o en instantes vanamente gloriosos
todos ellos son de muerte
no nos permitamos salvar el presente
vaciando voces rencorosas
porque decir lo que se siente
antes de que llegue
es siempre de muerte
no hay apuro
lo que importa es hacer valer esto
fabricar instantes como enfermos maduros
como locos acorazadamente rabiosos
todos somos de muerte
si vinieras conmigo verías
que en el camino de proa a popa
bailando sobre el mar y la tormenta
apenas y se sienten las horas
todas ellas son de muerte
ahí me contarías otra vez tu vida
antes de irte
porque nadie la sabe como tú
y nadie jamás te ha escuchado como yo
toda ella fue de muerte
veríamos nuestras irrevocables sombras
grabadas sobre la arena de un atlas
y escribiría el anticuario maniático:
“Los bravos del odio
del azar y de la nada”
“Ellos dos son de muerte”
tempus fugit y desperdiciado
ahora te veré ir arrastrado
y yo me soñaré diciéndote cosas
desde el letargo de un niño ilusionado
que también espera su muerte
Perfecto como yo
Personajes:
Pablo, hombre de mediana edad, jorobado, con la cara llena de llagas
Rita, mujer deforme, con una joroba, fea y con aspecto siniestro
ACCIÓN
Una habitación con una silla en el centro. Cerca de la silla hay algunas cuerdas. Pablo y Rita abren la puerta entre carcajadas. Ambos son visiblemente deformes, él viste al modo hípster pero transmitiendo asco y lástima, Rita va con un vestido sensual, sin embargo su apariencia induce a la repulsión)
Pablo.- Hace mucho que no me divertía así.
Rita.- Ni yo, de hecho hace mucho que no salíamos, podría decir que desde nuestros tiempos de escuela.
Pablo.- La escuela… era tan desagradablemente bonita.
Rita.- (Gritando) ¡Bonita!
Pablo.- (Pausa) Esa palabra me repugna.
(Ambos ríen a carcajadas; acomodan sus cosas en el perchero y en otros muebles de la casa)
Pablo.- ¿Quieres…?
Rita.- ¿Qué…?
Pablo.- ¿Sentarte?
Rita.- ¿Lo dices en serio?, ¿tienes ganas?
Pablo.- Sí, creo que sí.
Rita.- (Se ruboriza y asiente halagada) Hace mucho que no me lo pedías.
Pablo.- Y hace mucho que no me la pasaba tan bien, desde la escuela, el internado, supongo.
Rita.- Los buenos recuerdos producen excitación.
Pablo.- Pues, no, o al menos no tanta como la que siento ahorita.
(Pablo la ata a la silla, ella lo observa sin ocultar su emoción; la toca en distintas partes del cuerpo: el cabello, los senos, la joroba, las piernas, etc. Después le da un golpe para que ella responda)
Rita.- ¡Amor mío!
(Pablo vuelve a golpearla, ella se excita aún más)
Rita.- ¡Amor mío! (Gime excitada)
Pablo.- ¿Qué quieres?
Rita.- ¿Puedo decirte que mi pasión por ti me embriaga?
Pablo.- Dímelo…
Rita.- Pienso en ti todo el día, sueño contigo, te pienso en todo momento…
Pablo.- Dime más.
Rita.- ¡Pégame!
Pablo.- ¡Más!
Rita.- ¡Muérdeme!
Pablo.- ¡Más!
Rita.- ¡Anoche soñé contigo!
(Pausa, aunque le excitación sigue la intensidad disminuye)
Pablo.- Yo también sueño contigo… ¡todas las noches!
Rita.- ¿Y qué soñaste ayer?
Pablo.- Que te golpeaba, así, y que te gustaba.
Rita.- Y por eso estamos haciéndolo ahora.
Pablo.- ¿Y tú? ¿Qué soñaste tú ayer?
Rita.- Soñé con ese día… en el internado.
Pablo.- Ese día, (recuerda) con el niño.
Rita.- Sí, con el niño que no encajaba, el que se aferraba a ser molestamente normal.
Pablo.- Ya casi lo había olvidado.
Rita.- Yo jamás lo olvido. ¿Me dejas halagarte?
Pablo.- Dilo.
Rita.- (Apasionada) Estás más feo que nunca, eres el ser más horrible que he visto en mi vida.
Pablo.- (Sin creérselo) Cuando me dices esas cosas debo evitar que se me suba el orgullo a la cabeza. No sé si piensas bien o si es que eres víctima del amor o de la… pasión que me tienes.
Rita.- Créeme, amor mío, es la verdad, la pura verdad. Eres horrible, eres inevitablemente repugnante.
Pablo.- Sigo sin creerte.
Rita.- No, amor; mi único y devastador amor, mi locura, cada vez más emblemáticamente paradigma de lo horrendo, de lo desagradable, de… lo que somos tú y yo.
Pablo.- (Halagado, un poco cursi) Nunca pensé que fuera para tanto. Yo evito comparar diciendo “soy más” o “soy menos” porque no me gusta compararme con los hombres, (pausa) porque yo no soy un hombre.
Rita.- Eres más hombre que todos, y se lo demostraste a ese ser perfecto en la escuela para niños con deformidades.
Pablo.- (Suspirando) La escuela…
Rita.- ¿Cómo podrías dominar la pasión que me hiciste sentir en ese momento? Yo no soy como esas intelectuales que se entregan a la trivialidad de las aventuras o a las pasiones cerebrales, yo soy una mujer sencilla que sólo puede desear lo mismo que lleva dentro: eres asqueroso, eres feísimo, eres un monstruo, como yo.
Pablo.- Y como todos los niños de esa escuela.
Rita.- Todos menos ése. ¡Qué día tan feliz!
Pablo.- (Comienza a sufrir calladamente) Rita, amor, recuérdame ése día.
Rita.- ¿Es que ya lo olvidaste?
Pablo.- No, pero dame los detalles.
Rita.- ¿No quieres seguir golpeándome?
Pablo.- (La golpea) Cuéntamelo.
Rita.- Estábamos en cuarto grado, todos los niños y niñas deformes, ninguno limitado físicamente, pero todos repugnantes.
Pablo.- ¿Tú entraste en ese mismo año?
Rita.- Así es, entramos dos nuevos, el niño y yo.
Pablo.- Fue una doble suerte, tú y el niño.
(La sala se oscurece y aparece un niño entre Rita y Pablo. El niño tiene una cara bonita aunque está triste y decaído, su semblante pálido remite a pensar en un espectro, se escuchan risas en un patio de juegos mientras sigue la narración).
Rita.- Los estudiantes no tardaron nada en darse cuenta de que el niño no encajaba, pero que yo sí, por lo que pronto me incluyeron en el grupo de los populares. A él, algunos lo empujaban o le chiflaban cuando lo veían pasar, pero la gran mayoría sólo lo ignoraba.
Pablo.- ¿Y él se quejaba?
Rita.- No.
Pablo.- No. ¿Qué iba a hacer en un mundo creado por un dios deforme?, ¿ no vivíamos en un oasis esclerótico?
Rita.- ¿Un dios?
Pablo.- Un dios avergonzado que nos hizo y después nos olvidó.
Rita.- ¿Qué dices?
Pablo.- (Pausa) Sigue.
Rita.- Entonces llegó aquel día, el momento desde el cual te amo.
Pablo.- Sigue.
Rita.-Tú no eras como todos, no estabas dispuesto a sólo ignorarlo, a no notarlo, sino que tenías que hacerle frente para demostrarle que ese mundo no era de él, sino el tuyo.
(En ese momento Rita se levanta de la silla y empieza caminar alrededor del niño por un par de rondas. Empieza música nerviosa)
Pablo.- Sí, lo rodeamos como lobos. Lo acorralamos y entonces hablé con él. (dirigiéndose al niño) ¿Quieres o no ser uno de nosotros?
Rita.- ¡No puedes quedarte aquí si sigues aferrándote a ser diferente; la perfección no pertenece aquí!
Pablo.- Eres una vergüenza.
Rita.- Eres un terco, un miserable, un meidocre…
Pablo.- ¿Y hablaba?
Rita.- ¡No, no decía absolutamente nada!
Pablo.- (Sacando una navaja del pantalón y entregándosela al espectro) Entonces tomé mi navaja. Se la puse entre las manos… Si quieres quedarte ya sabes qué hacer.
(El espectro toma la navaja, lentamente voltea a verla y súbitamente se la encaja en un ojo. Un grito suena en la sala mientras el espectro se desvanece y se reincorpora la luz. Rita aparece amarrada nuevamente)
Rita.- Desde entonces eres horripilantemente perfecto para mí.
Pablo.- ¿Lo soy? (la golpea y ella se excita; Pablo se excita por el recuerdo más que por golpeara)
Rita.- Lo eres, eres mi amor, tú eres el héroe de esa y de esta historia.
(Pausa)
Pablo.- (Muy digno) Entonces mientes. Me quieres por algo exterior a mí, no me quieres por quien soy, sino por lo que represento, tan sólo me quieres por mi fealdad y porque en ese momento me opuse a la belleza. Todo eso que admiras es un mero accidente.
Rita.- No, amor mío. Te quiero como eres y como serás.
Pablo.- ¿Incluso si fuera bello?
Rita.- Pero… Bello… bello… Tú no podrás ser nunca bello. Eres el icono de lo repugnante.
Pablo.- Gracias, amor. (La desata)
Rita.- No me des las gracias.
Pablo.- ¿Puedo preguntarte una cosa…? Mi boca… ¿cómo huele?
(Rita ya no sabe qué contestar)
Rita.- Tu boca… tu boca…
Pablo.-¿Mi boca huele bien?
Rita.- No, amor mío. Tu boca, tu cabello, tus nalgas, todo de ti apesta.
Pablo.- Ah,… ahora que lo pienso… un día dejarás de amarme.
Rita.- ¡Imposible!
Pablo.- Mi boca no huele mal.
Rita.- Lo sé.
Pablo.- Entonces mentiste.
Rita.- Pues porque somos lo que somos.
Pablo.- (Dolido) Sí, pero un día no seré horrible, seré un viejecillo apacible, de aspecto noble, como un apóstol, sereno, y… entonces me dejarás solo y abandonado.
Rita.- Imposible que seas así.
Pablo.- Yo decreto que seré así.
Rita.- Pero, Pablo,…
Pablo.- Sí, dejarás de quererme, de idolatrarme y, por venganza, me dirás que soy un mediocre, como al niño, por oler bien y por verme (pausa) como una persona.
Rita.- No, nunca.
Pablo.- ¿Por qué se sacó los ojos el niño?
Rita.- Por terror.
Pablo.- ¿A qué?
Rita.- A no pertenecer a donde estaba.
Pablo.- (Ofreciéndole la navaja) Yo no voy a ser horrible para siempre.
Rita.- ¡Cállate! ¿Cómo puedes imaginar semejante horror? ¿Es que no me quieres?
Pablo.- Lo que sientes es absolutamente ficticio.
Rita.- Créeme, amor, confía, ¿cómo puedes imaginar que eres bello o que hueles bien…? ¿Qué podría hacer para quitarte de la cabeza esa estupidez?
(Pablo le ofrece la navaja)
Rita.- ¿Puedo apagar la luz? Así no notaré el antes y el después.
TELÓN
Usted no sienta nada
sin importar que en la mañana
tenga unos labios garabateados
en la piel y en la almohada
no sienta nada
bébase la noche como vaso de agua
déle vacaciones a la melancolía
duerma con usted y con el otro
(o la otra)
para que al despertar
por fin pueda estar solo
guarde en el pastillero sus pocas virtudes
empaque las fotos castas de la infancia
enmudezca las canciones de cuna
¿me comprende?
esconda esos mástiles de Ulises
hasta la siguiente mañana
y entréguese a las sirenas
sin siquiera notar si son alas o escamas
¿cómo amar por la noche
sin pedir más? Escuche:
el amor siempre fue mandato
nunca se rebajó a ser súplica
confíe en mí y no sentirá nada
ni ella ni usted mentirán
ni él ni usted querrán volver
con la moral y sentimientos escondidos
sólo lo inhóspito habitará entre ustedes
a la mañana siguiente disfrutará el silencio
¿no es eso por lo que está aquí sentado?
¿porque no sabe estar solo?
si usted fuma,
hágalo libremente al amanecer
disfrute de la hazaña vil de esa noche
y, si así lo requiere
converse con sus cenizas
casi con dolor
gimió agitado
cuando ojal por ojal
se abrió la mugrosa blusa de cinco meses
en este fétido departamento
como caverna de azulejos negros
yace el antisibarita Yaco
por las avenidas alamedas de Reforma
entre causarinas y tronadas sendas
los coros sensuales de Dioniso lo acompañan
ocultando la deshonra de ser hombres
tras máscaras de héroes
putrefactos
esquivan ciclistas noctámbulos que corren
esparciendo en cada semáforo
la pútida embriaguez
sin voltear a ver el falo forjado
en el rayo semental
y obsceno
tirso antes extáticamente reconocido
sólo la diana y el ángel
honran y veneran tus ritos de danza
y de ese movimiento
transtornado
de los labios
nadie la vive
pero la noche de la tragedia es el íntimo momento
en que el dios y sus fanáticos
deberían jugar
desflorados
en vano los coros cantaron
vacías las máscaras trágicas
se desgarraron en gritos
y perforaron frenéticamente
sus ojos
vacíos
esta vez las abandonadas gradas gimieron
porque ahora todos persiguen
a la diosa felicidad
a la mujer subterránea
esta hembra citadina que hiede
más que el mismo Dioniso
a la asfixiada saliva de la vid
resucitada
mientras el séquito de los muslos pálidos
lo pasa de largo en hipsterianas vías
el dios-néctar
no oculta su ferocidad en los bares
y en las plutónicas callejuelas
de la divina hasta hartar
zona rosa
nadie lo vió soplando la vida de boca en boca
ni penetrando y sanando heridas
porque para los enfermos
él no es más que otra de las pasajeras locas
tejedoras de mantos
mientras
la enfermiza mujer tántrica
que promete el defeño goce
se llevó a todos a su templo-lecho
de húmedo enigmático misterio
promesa de un paraíso
sensualmente adoctrinado
¡somos seres de un mínimo momento!
usado hasta el cansancio
salí del loft de la de los muslos verborréicos Seguir leyendo “Camellón”
aquí tienen al triste más triste
el que hasta la angustia no ha encontrado rival
corto de piernas y de pláticas
pobre de sombras y bruces
pasa por musgo en el asfalto